Hicks y sus comandos apuestan fuerte en Tobruk

Portada de la cuarta novela de López Cabia.

Entrevista a David López Cabia, autor de La última isla, En el infierno blanco, Indeseables, y ahora la recién publicada Sangre y fuego en Tobruk (Círculo Rojo).

—¿Qué va antes, la idea o la documentación?

—Intento contar historias humanas enmarcadas en los campos de batalla que más me apasionan. Así, en la mente comienzan a brotar unos personajes con sus virtudes y sus defectos, con sus anhelos y sus motivaciones. Con los personajes ya perfilados se busca un escenario en el que contar las aventuras de los protagonistas. Con el escenario seleccionado, hay que buscar toda la información posible para recrear el marco histórico de la mejor manera posible.

Digamos que es una especie de rompecabezas en el que se ensamblan las piezas de los personajes con las piezas de los escenarios históricos. Por ello, hay que crear una ficción que a nivel humano y emocional sea atractiva, pero que al mismo tiempo sea respetuosa con los acontecimientos históricos.

—¿Pasión por una época, o por contar historias en cierto modo universales?

—Desde una edad temprana disfrutaba contando historias y la Segunda Guerra Mundial era mi gran pasión, mi etapa histórica favorita. Siempre he pensado que una buena forma de divulgar sobre lo que ocurrió en aquella época es a través de la novela. Las aventuras de un puñado de soldados trasladan al conflicto más sangriento que ha padecido la Humanidad. A través de los personajes podemos explicar cómo era la lucha, quiénes eran los protagonistas, qué privaciones provocaba la guerra, cómo era la mentalidad de la época o el modo en que se vivía en la retaguardia.

—¿Las particularidades de un lugar y unos hechos, o los sentimientos universales de peligro, pasión…?

—Se trata de combinar el respeto por la Historia con las emociones humanas. Es fundamental que las sensaciones del soldado lleguen a los lectores, que sientan el silbido de las balas a su alrededor, que noten en su cuerpo las reverberaciones de las bombas, en definitiva, que se dejen llevar por la tensión del combate. Pero es imprescindible que también se emocionen con los sentimientos más nobles como la amistad, la esperanza y el amor, que son lo que nos hace salir adelante en los momentos más oscuros.
Un entorno histórico bien definido será el escenario perfecto en el que desarrollar esos sentimientos. Así, por ejemplo, cuando escribí mi primera novela La última isla, la lluvia y el barro de Okinawa, sumadas al fuego de artillería, reflejaban el día a día de la batalla, influyendo en la moral de los protagonistas, en su modo de percibir el mundo que les rodea y en sus sentimientos más profundos.

—¿A qué genero corresponde más tu obra? ¿O consideras que etiquetas como novela de aventuras, histórica, militar… sólo sirven para las clasificaciones en una librería?

—Diríamos que mis obras toman importantes elementos de los géneros histórico y bélico, así como de las novelas de aventuras. Se enmarca en el género histórico porque los acontecimientos históricos son la columna vertebral de la narración, pues en este lienzo histórico se desarrollarán las vivencias de los protagonistas. Por otra parte, la acción es una pieza fundamental, dado que se busca sumergir al lector en la crudeza del combate y en la acción más trepidante. Por último, forma parte de la novela de aventuras porque tomo a un grupo de hombres extraordinarios que deberán afrontar la adversidad al tiempo que luchan contra los demonios que les atormentan en su interior.

El autor también es un aficionado a la recreación histórica. Aquí con unos amigos en un puente más o menos cercano, en los Países Bajos…

—Tobruk, Libia, el desierto… ¿simple escenario, o territorio vital? ¿Es un protagonista más?

—La idea de escribir Sangre y fuego en Tobruk surgió como consecuencia de un magnífico libro de Paul Carell que llegó a mis manos. Me refiero a su obra Afrika Korps, que dedicaba un capítulo al fallido golpe de mano que los británicos perpetraron en Tobruk en septiembre de 1942. Se trataba de la Operación Agreement, una incursión muy valiente que pretendía dar un vuelco a la guerra en África, pero que terminó en un absoluto desastre. Por ello, decidí ponerme manos a la obra y contar las aventuras de un grupo de granujas enrolados en el desesperado intento para destruir las reservas de combustible de Rommel en Tobruk. Así, continué indagando sobre las operaciones especiales en el desierto. Es un mundo fascinante, con personajes tan peculiares como magníficos. En este sentido encontramos a hombres como David Stirling, quien, junto a sus hombres del Servicio Aéreo Especial, arrasaba los aeródromos del Eje en África. Todo ello sin olvidarnos de los muchachos del Grupo de Largo Alcance del Desierto (LRDG), que pasaban largos periodos en el desierto observando los movimientos del Afrika Korps y proporcionando una información muy precisa al Octavo Ejército.

Digamos que el desierto era un territorio ideal para soldados poco corrientes y para arriesgadas misiones. Los alemanes y los italianos no eran el único peligro, también debían contar con la escasez de agua y de comida, sin dejar de lado que podían toparse con tribus hostiles y traicioneras.

—Creo percibir por tus respuestas que tienes una visión especial de la segunda guerra mundial.

—Sin duda, se trata de un conflicto que, por sus repercusiones, explica buena parte de las relaciones políticas y económicas de la actualidad. Ahora bien, más allá de las grandes consecuencias y de la tragedia humana que supuso la Segunda Guerra Mundial, en aquella época se produjeron numerosos avances científicos y tecnológicos y no solo en el plano militar, también en áreas como la medicina, la industria o la ingeniería.

Por ello, animo a todo el mundo a indagar sobre este conflicto y me dirijo especialmente a los jóvenes, puesto que van a encontrar un tema de su agrado y que les va a ayudar a adquirir un gran caudal de conocimientos.

Laureano Clavero, el autor de la portada, con sus protagonistas.

—¿Qué te parecen las películas sobre este escenario bélico?

—Hay ocasiones en las que el cine es una influencia muy positiva, como en el caso de la película Un puente lejano, pues la película mantiene el rigor histórico y las hazañas de sus protagonistas mantienen en tensión al espectador. También Cartas desde Iwo Jima es una buena visión histórica y humana de lo que padecieron los soldados japoneses. Sin embargo, hay muchas ocasiones en las que vemos que la finalidad del cine es más la de entretener que la de divulgar. Al igual que en la literatura, creo que es posible mantener el equilibrio entre divulgación y entretenimiento.
En el caso de Sangre y fuego en Tobruk, me encontré con películas que no abordaban correctamente la Operación Agreement desde el punto de vista histórico. Me refiero a largometrajes como Tobruk y Raid on Rommel. En ambas películas aparecen carros de combate que los ejércitos de la Segunda Guerra Mundial no emplearon. No hablemos ya del desenlace de ambas producciones, en el que los británicos logran sus objetivos, cuando lo cierto es que el resultado de aquella incursión fue funesto. Así pues, al escribir mi novela Sangre y fuego en Tobruk, trataba de describir una operación igualmente arriesgada y emocionante, pero sin necesidad de blanquear lo que fue una estrepitosa derrota. Y es que, pese al fracaso, la historia de quienes lucharon en la Operación Agreement merece ser recordada.

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